10 septiembre 2005

¿Funciona la "vertical de poder"?

Publicado por Izvestia el 5-9-2005

Este artículo del famoso especialista sueco en Rusia, Anders Oslund fue escrito para Izvestia. Sin embargo está basado en el informe “El ocaso de Putin y la respuesta de América”. Las opiniones sobre él por parte de importantes analistas occidentales y rusos se basan en los sucesos de las últimas semanas. Trasladamos al lector esta discusión.

Anders Oslund, director del programa de Rusia y Eurasia de la fundación Carnegie.

Las opiniones sobre la situación de Rusia en el interior del país y en el extranjero son cada vez más parecidas. El régimen se está convirtiendo en un sistema autoritario “blando”, con un amplio campo para los medios de comunicación independientes y para la sociedad civil. Ahora hay que encontrar respuesta a las preguntas: ¿funciona bien este sistema? ¿Qué le espera a corto plazo?

La anemia de la vida política es tan evidente como sus causas. En primer lugar el poder está muy centralizado y concentrado en manos de la gente del Kremlin, en general de los cuerpos de seguridad. La posibilidad de tomar decisiones ha disminuido, y la calidad de las que se toman ha caído. En segundo lugar, la propia centralización y limitación del trabajo de los medios de comunicación priva a los que toman las decisiones de información imprescindible para ello. En tercer lugar el sistema de contrapesos institucionales ha sido sistemáticamente desmontado, como se ve con la situación de ambas cámaras parlamentarias y la elección de gobernadores regionales. No hay ningún mecanismo de interacción entre el Kremlin y el pueblo, y como consecuencia prácticamente han desaparecido los canales para expresar el descontento. La única excepción son los actos de protesta. En cuarto lugar, como consecuencia de la hipercentralización, del déficit de información, de la debilidad de las decisiones políticas, de la falta de intermediarios institucionales y, desde este año, el miedo de la gente han provocado una parálisis del poder. El régimen ha enterrado muchas de las reformas planeadas, e incluso ha cambiado la reforma de los poderes locales que se debía comenzar en 2006 para la lucha contra la corrupción y formación de la democracia local. El hecho de que el poder se haya concentrado exclusivamente en las elecciones de 2008 refleja la opinión común de que la administración planea disminuir su actividad hasta el límite en los próximos 3 años.

El poder en el segundo mandato de Putin ha realizado un mínimo de reformas, y ha estado ocupado en una campaña de prensa y de mejora de imagen. Muchos pequeños medios de comunicación juegan el papel de válvulas de seguridad al informar al régimen sobre sus enemigos y fortalecen en la élite una sensación cada vez mayor de alejamiento de su propio país. Con la misma efectividad actúa la “domesticación” de periodistas y políticos por medios económicos. Los políticos que permanecen en la oposición se ven condenados al ostracismo y son “colocados en su lugar” mediante medidas administrativas. Es sintomático que el gobierno no ha castigado a nadie de los órganos de seguridad por los errores de Beslán. Sin embargo estaba muy preocupado por la repercusión de sus actos en los medios de comunicación.
Es más discutible la tesis de que el régimen actual es incapaz y por eso no durará mucho. Stanislav Belkovski en el periódico The Moscow Times dijo el 11 de agosto: “Putin juega el papel de típico líder de un régimen conservador cerrado que intenta mantener el statu quo. Este sistema puede durar unos años, sin embargo acabará cayendo”. El principal defecto del régimen es su falta de efectividad en la resolución de crisis, que se suceden con bastante frecuencia. En algún momento el desagrado de la gente por un nuevo fracaso político puede alcanzar un nivel crítico. Un ejemplo de tal situación el la creada por las protesta de enero-febrero de 2005 contra el cambio del sistema de subvenciones a los jubilados. El actual regimen ruso es tan débil y se descompone tan rápidamente que es difícil creer que durará tres años.
En condiciones de crecimiento económico rápido y de precios altos del petróleo mucha gente no cree en la posibilidad de un desmoronamiento del régimen de Putin. Sin embargo ya Alexis de Toqueville observó que la revolución francesa no se produjo en un periodo de dificultades económicas sino en época de crecimiento económico en que no era evidente el peligro. La “revolución naranja” en Ucrania se produjo durante un boom económico.

Hace diez años Rusia era un país más liberal que ahora, aunque más pobre y caótico. La combinación que se observa en Rusia de un alto crecimiento económico y un autoritarismo creciente no es habitual, y aunque no es única, no s lleva a pensar que uno de estos dos factores deberá desaparecer pronto.

Vyacheslav Nikonov, presidente de la Fundación “Política”.
La percepción general es siempre un estereotipo. Y a veces los estereotipos se apoderan de la opinión de las élites. En los últimos tiempos se ha extendido en círculos liberales extranjeros y nacionales la idea común de que el poder en Rusia se está haciendo más autoritario y menos efectivo. Debido a que los regímenes no muy liberales y al mismo tiempo autoritarios se consideran poco sólidos, se habla de la posibilidad de una revolución similar a la ucraniana.

Por supuesto Rusia es un país donde todo es posible. Pero considero que este análisis esterotipado es incorrecto y se basa en la impaciencia de confundir los deseos con la realidad.

Empecemos con la efectividad del gobierno. Nadie ha explicado cuáles son los instrumentos exactos para medirla. Si el criterio para la efectividad es el alcanzar todos sus objetivos, entonces no encontraremos ni un solo estado efectivo. Se acusa al gobierno norteamericano de no ser capaz de alcanzar sus objetivos en Irak. En comparación con esto los logros de Putin en Chechenia son un ejemplo de efectividad. Se acusa a la dirección de la Unión Europea de no conseguir un crecimiento económico de más del 1-2%, en comparación con lo cual un país con crecimiento del 7% es superefectivo. El actual gobierno ruso es bastante más efectivo en comparación con la época de Eltsin, cuando el país estaba sin dirección y perdió la mitad de su capacidad económica. El kremlin no podía pasar ni una sola ley reformadora a través de la duma, con mayoría comunista y todo el mundo hablaba de la posibilidad de disolución del país.

No se puede decir que la Rusia actual sea una democracia modelo, pues no cumple con muchos factores para ello. Pero decir que nos movemos de la “democracia” de Eltsin a la “autocracia” de Putin no es serio. Hoy día, por ejemplo, es imposible un bombardeo de un parlamento legalmente elegido, o la privatización de los bienes del estado entre los miembros de la familia del jefe del estado y los hombres de negocios cercanos al presidente. No fue Putin quien aprobó una constitución con grandes poderes para el presidente y un débil sistema de control y contrapesos, no fue Putin quien empezó la guerra de Chechenia. El régimen de Eltsin no era democrático sino anárquico y oligárquico. Ahora hay menos anarquía y poder oligárquico.

La situación en Rusia está lejos de la ucraniana. Aquí no hay un Yushenko que desde el principio tiene el mayor índice de popularidad, muy superior al de sus oponentes, y con un liderazgo inocontestable entre la oposición de derechas. Ninguno de los líderes liberales puede decir que está entre los siete políticos más populares. Nosotros no tenemos un Kuchma, débil, sin voluntad y odiado por la mayoría de la población. Creo que nadie puede decir que Putin no tenga un apoyo masivo (el 69% apoya su actividad) y que esté dispuesto a capitular frente a la oposición o las manifestaciones callejeras. Por cierto, quien puede sacar a la gente a la calle no es la oposición liberal, sino los comunistas y los nacionalistas, lo que hace que la única revolución posible sea no la “naranja” sino la “rojiparda”. Pero lo más importante es que en rusia ya tuvo lugar una revolución naranja, en 1991, y trajo unos resultados poco positivos. Por cierto, el nuevo poder en Ucrania, como en Georgia o Kirguizia, aún debe demostrar que es más democrático y efectivo que el precedente.

Alexis de Tocqueville dijo que las revoluciones se basan en esperanzas incumplidas, cada una de las cuales ha nacido del desengaño de deseos exagerados El pico del desencanto hacia el poder en Rusia se alcanzó en 1999, cuando el nivel de confianza en Eltsin estaba en el 3%. Ni siquiera entonces hubo una revolución.

El principal defecto que achacan al actual gobierno ruso sus críticos occidentales es que sus amigos y correligionarios están fuera de él. Eso le puede suceder a cualquiera, pero no es motivo para una revolución, que siempre es mejor desear para otros que para sí mismo. “Las revoluciones nunca han aligerado el peso de la tiranía, solo la han cargado sobre otros hombros”, observó justamente Bernard Shaw.
Pero de que se intentará tomar el poder por encima de las urnas no me cabe ninguna duda.

Aira Strauss, coordinador del comité para Europa Oriental y Rusia de la OTAN
La oposición más enérgica hoy día es la de los nacionalistas (con tendencia al socialismo). El movimiento político que los medios occidentales muestran como señal de que las cosas en la Rusia de Putin van mal es el partido “Rodina” de Dmitri Rogozin. Otra importante fuerza de oposición es el partido comunista (con matices nacionalistas y un ligero pragmatismo de mercado). Ambos pueden ser incluidos en el ala izquierda de la oposición. La oposición de derechas es débil. Hace casi 100 años alguien dijo que los liberales rusos deberían bendecir la mano que les oprime e impide la revolución. Con el “deberían” se refería a la necesidad, no al deseo. Puede ser que ahora los rusos hayan vuelto a aquella situación. Por más que nos preocupemos por la situación de la democracia en Rusia en los últimos años, hay que temer a la revolución, en lugar de desearla.

David Gillespie, profesor de temas rusos de la universidad de Watt (Gran Bretaña).
No veo a qué se puede agarrar la oposición en Rusia si incluso el profesor Oslund reconoce que los ingresos crecen y que los rusos viven en general mejor. ¿Para qué van a decidirse a actuaciones arriesgadas los generales, oligarcas o la gente común si la situación mejora? Rusia ha vivido demasiados problemas desde 1991 para necesitar el derrocamiento de otro presidente. Estoy convencido de que Putin quiere un tercer mandato, e incluso una presidencia vitalicia, como Lukashenko. Pero entiende los problemas que eso provocaría en las relaciones con occidente, y por eso está dividido entre los instintos autoritarios y la comprensión de que el mundo y Rusia cambiaron en 1991.


Julian Evans
Oslund dice que el régimen ruso ha cambiado radicalmente con Putin. Esto es alagar a Eltsin y ofender a Putin. Esto es propio de los comentaristas occidentales. El régimen era autoritario, semidemocrático con tics imperialistas, y sigue siéndolo.

William
Dankerlie, analista.
Las acciones de Putin contra los oligarcas propietarios de medios de comunicación ha disminuido claramente el pluralismo de los medios rusos. Esto es de lamentar. Peor no se puede denominar a esto ataque contra la libertad de prensa. Si los ciudadanos de un país democrático deben hacer una elección política correcta, la simple variedad de voces en los medios de comunicación no es suficiente. Los electores necesitan información verdadera y correcta.

Susan Cavan, vicedirectora del instituto de estudio de conflictos, ideología y política de la universidad de Boston

Aunque Oslund sobrevalora el problema de la inestabilidad del régimen de Putin, es claro que el Kremlin está paralizado por el “Problema-2008”. Y la fuerza con la que se ha entregado a la politiquería demuestra el nivel de inseguridad de Putin incluso en su segundo mandato. El principal problema de esta discusión es la elaboración de una política norteamericana en relación a la democratización de Rusia. ¿Es que hay algún analista serio que se atreva a asegurar que si hay un cambio de poder todo sucederá de manera favorable a los intereses de los Estados Unidos? ¿Cómo vamos a valorar el éxito de esa administración, por el aumento del nivel de vida en el país o por el crecimiento de las inversiones extranjeras?

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