30 noviembre 2011

10 mitos sobre Afganistán

Artículo publicado en The Guardian acerca del libro de Jonathan Steele sobre Afganistán "Ghosts of Afghanistan: Hard Truths and Foreign Myths"

En 1988 el ejército soviético abandonó Afganistán tras una campaña contran los muhaidines apoyados por occidente. Desde entonces son muchos los mitos aparecidos en trono a este país. En su nuevo libro, Johathan Steele separa los hechos de la ficción.

1. Los afganos siempre han derrotado a los ejércitos extranjeros, desde Alejandro Magno hasta la actualidad

Ciertamente la historia afgana está llena de casos en que los invasores extranjeros fueron humillados. Pero ha habido también muchos casos en que los ejércitos extranjeros penetraron en el país y vencieron. En el año 330 a de C, Alejandro Magno marchó a través del área de Asia Central que hoy día es Afganistán, encontrando poca oposición. Más de un milenio más tarde, el lider mongol Genghis Khan tampoco tuvo resistencia.

Desde que Afganistán emergió como estado moderno, ha habido tres guerras con el Reino Unido. La invasión británica de 1839 produjo una victoria inicial de los invasores seguida por una derrota, seguida por una segunda victoria. En 1878, los británicos volvieron a invadir el país. Aunque sufrieron una derrota en Maiwand, su ejército principal derrotó a los afganos. Entonces los británicos redibujaron la frontera de la India británica en Khiber Pass, y Afganistán tuvo que ceder varios territorios fronterizos. En la tercera guerra anglo-afgana, las luchas fueron comenzadas por los afganos. Amanullah Khan envió tropas a la India británica in 1919. En un mes fueron forzados a retirarse, en parte porque los aviones británicos bombardearon Kabul en una de las primeras acciones de poder aéreo en Asia Central. La guerra finalizó con una victoria táctica de los británicos, pero sus bajas fueron dos veces mayores que las de los afganos, por lo que se considera que fue una derrota estratégica. Al fin los británicos abandonaron el control de la política exterior de Afganistán.

2. La invasión soviética provocó una guerra civil y la ayuda occidental a la resistencia afgana

La oposición armada al gobierno de Kabul es muy anterior a la llegada de las tropas soviéticas en diciembre de 1979. Todos los líderes muhaidin que se hicieron famosos en los 80 y que fueron ayudados por los Estados Unidos, Pakistán, Arabia Saudita y China se habían ido al exilio y tomado las armas antes de diciembre de 1979, muchos de ellos años antes. Como islamistas se oponían a las tendencias secularistas y modernizadoras de Daoud Khan (el primer ministro afgano) que derrocó a su primo el rey Zahir Shah en 1973.

La ayuda occidental a estos rebeldes también había empezado mucho antes de que llegaran las tropas soviéticas. La propaganda occidental decía que los soviéticos no tenían justificación para entrar en Afganistán en lo que ellos llamaron una invasión agresiva. De hecho, portavoces de los EEUU vieron una ventaja en la rebelión muhaidin que creción después de que cayera el gobierno pro-Moscú de Daoud en abril de 1978. En sus memorias, Robert Gates, entonces en la CIA y más tarde secretario de defensa con los presidentes Busjh y Obama, describió una reunión del staff en marzo de 1979 en que portavoces de la CIA preguntaron si podrán apoyar a los muhaidines para “atraer a los soviéticos a un atolladero vietnamita”. La reunión aprobó financiarles para comprar armas.

3. La URSS sufrió una tremenda derrota militar a manos de los muhaidines.

Este es uno de los mitos más persistentes de la historia afgana. Ha sido extendido por todos los líderes muhaidines, por Osama Bin Laden y por los comandantes talibans, por los actuales señores de la guerra. También se acepta sin reflexión como una parte de la narrativa occidental de la guerra. Algunos políticos occidentales han llegado tan lejos como a decir que la derrota soviética en Afganistán ayudó al hundimiento de la URSS. En eso están de acuerdo con Bin Laden y otros líderes de Al Quaeda que dicen que ellos destruyeron una superpotencia y que van a destruir otra.

La realidad es que los muhaidines no derrotaron a los soviéticos en el campo de batalla. Ganaron algunos encuentros importantes, principalmente en el valle del Panishir, pero perdieron en otros. Los soviéticos se podrían haber mantenido en Afganistán por bastantes años más, pero decidieron salir cuando Gorbachev consideró que la guerra había llegado a un punto muerto y no tenía sentido su alto precio en hombres, dinero y prestigio internacional. EN privado, portavoces estadounidenses llegaron a la misma conclusión sobre la fuerza soviética, aunque solo lo admitirían más tarde. Morton Abramowitz, que dirigió el State Department's Bureau of Intelligence and Research en esa época, dijo en 1997: “en 1985 había un peligro real de que los muhaidines fueran derrotados, Sus pérdidas eran altas y su impacto en los soviéticos no muy grande”.

4. El suministro de misiles Stinger por la CIA a los muhaidines forzó la retirada soviética de Afganistán.

Este mito de los años 80 recibió una nueva vida en el libro La guerra de Charly Wilson de 2003 y en la película del mismo nombre de 2007, protagonizada por Tom Hanks en el papel de congresista de Texas. Ambos dicen que Wilson cambió el curso de la guerra al persuadir a Ronald Reagan de que suministrara a los muhaidines misiles personales que podían derribar helicópteros. Ciertamente los Stinger forzaron un cambio en la estrategia soviética. Las tripulaciones de los helicópteros limitaron sus operaciones a ataques nocturnos pues los muhaidines no tenían equipos de visión nocturna. Los pilotos hacían bombardeos desde gran altura con lo que disminuían la precisión de los ataques, pero el porcentaje de pérdidas de aviones soviéticos y afganos no cambió significativamente con respecto a los primeros 6 años de la guerra.

La decisión soviética de abandonar Afganistán se tomó en octubre de 1985, bastantes meses antes de que los misiles Stinger entraran en Afganistán en cantidades significativas en otoño de 1986. Ninguna de las discusiones secretas del Politburó desclasificadas hasta ahora menciona los misiles Stinger o ningún otro equipamiento de los muhaidines como motivo del cambio de política de una ocupación indefinida a los preparativos de la retirada.

5. Después de la retirada soviética, occidente se marchó

Una de las promesas más repetidas de la mayoría de los políticos occidentales después de que derribaran a los talibanes en 2001 fue que “esta vez” occidente no se marcharía, “como lo hizo tras la retirada de los rusos”. Los afganos se sorprendieron mucho por esas promesas. Recordaban la historia de una manera muy diferente. Lejos de olvidarse de Afganistán en febrero de 1989 los EEUU no mostraron ninguna señal de disminución de su unión con los mujaidines. Washington bloqueó las ofertas del presidente que dejaron los soviéticos Mohammad Nahibullah de concesiones y negociaciones y continuó armando a los rebeldes y jihadistas con la esperanza de que pronto acabarían con el régimen prosoviéticos.

Este fue uno de los periodos más dañinos en la reciente historia de Afganistán, cuando occidente y Pakistán, junto con la intransigencia de los mujaidines, acabaron con la mejor oportunidad de acabar con la guerra civil en el país. El efecto de esas políticas fue prolongar y aumentar la destrucción de Afganistán, como reconoción más tarde el director de operaciones de la CIA para el Medio Oriente y Asia del sur y este entre 1979 y 1984: “me pregunto si deberíamos haber continuado con esa política de ayudar a los mujaidines tras la retirada soviética. Creo que probablemente, y visto a posteriori, fue un error”, dijo.

6. Los mujaidines derribaron al régimen de Kabul y obtuvieron una gran victoria sobre Moscú.

El factor fundamental que minó a Najibullah fue el anuncio hecho en Moscú en septiembre de 1991, poco después del golpe contra Gorbachev fracasara. Su rival, Boris Yeltsin, que dirigía el gobierno ruso, apareció como personaje dominante. Yeltsin estaba determinado a acabar con los compromisos exteriores del país y su gobierno anunció que a partir del 1 de enero de 1992 no se enviarían más armas a Kabul. Los suministros de petroleo, alimentos y otras ayudas también cesarían.

Esta decisión fue catstrófica para los apoyos de Najibullah. El régimen había sobrevivido a la salida de las tropas soviéticas durante más de 2 años, pero no podía continuar aislado. Así que, en una de las mayores ironías de la historia, fue Moscú quien derrobó al gobierno afagano por el que Moscú había sacrificado tantas vidas.

Lo dramático de esta política se hizo evidente cuando el Profesor Burhanuddin Rabbani, líder de unos de los grupos mujahidines fue invitado a Moscú en 1991. Tras la reunión, Boris Pankin, el ministro de asuntos exteriores soviético, “confirmó la necesidad de una transferencia total del poder gubernamental a un gobierno interino islámicao”. En el contexto actual, el anuncio habría sido comparado a una invitación de Hillary Clinton al líder talibán, Mullah Mohammed Omar para acudir a Washington y declarar que los Estados Unidos querrían una transferencia del poder de Karzai a los talibanes.

Este movimiento provocó una serie de deserciones entre los comandantes del ejército de Najibullah y sus aliados políticos se unieron a los talibanes. El ejército de Najibullah no fue derrotado, se disolvió.

7. Los talibanes ofrecieron a Osama Bin Laden que usara Afganistán como un puerto seguro

Osama bin Laden conoció a los líderes muhaidines durante la jihad antisoviética tras viajar a Peshawar en 1980. Dos años más tarde, su compañía constructora construyó túneles en las montañas del este de Afganistán, con la ayuda financiera de la CIA, y que más tarde usó para escapar de los bombardeos de los EEUU tras el 9/11.

Volvió a Arabia Saudi, desilusionado con la familia real saudí, por colaborar con los EEUU en la guerra del golfo contra Sadam Hussein en 1990-1991. En Afganistán también se decepcionó. La incompetencia de los muhaidines les estaba impidiendo acabar con Najibullah. Bin Laden volvió su atención hacia la jihad contra occidente y se fue a Sudán en 1992. Después de Sudán, bajo la presión de deportarle en 1996, Bin Laden tuvo que encontrar un lugar para vivir. Najibulláh había perdido el poder definitivamente en Afganistán y Bin Laden decidió que ese era el mejor sitio.

Su vuelta a Afganistán se debió menos a que hubiera revivido su interés en la política afgana que a su necesidad de un puerto seguro. Su vuelta fue apoyada por los líderes muhaidines que había conocido durante la lucha antisoviética. Voló a Jalalabad en un avión pagado por el gobierno de Rabbani, que también llevaba a algunos luchadores árabes.

Fue solo después de que los talibanes capturaran Jalalabad cuando los talibanes le obligaron a aliarse con ellos o abandonar de nuevo Afganistán. Eligió la primera opción.

8. Los talibanes fueron, de lejos, el peor gobierno que ha tenido Afganistán.

Un año antes de que los talibanes tomaran el poder, entrevisté a gente del staff de la ONU, trabajadores extranjeros y afganos en Kabul. Los talibanes habían relajado su prohibición de la educación para las niñas y hacían la vista gorda a la expansión de las “escuelas caseras” en que miles de niñas recibían educación en casas privadas. La facultad de medicina se reabrió para mujeres para educar a enfermeras y médicos, ya que las mujeres tenían prohibido ser tratadas por hombres. La prohibición de trabajar fuera de casa para las mujeres también se relajó para las viudas de guerra y otras mujeres necesitadas.

Los afganos recordaban que los primeros ataques a la libertad fueron impuestos por los muhaidines, antes de los talibanes. Desde 1992 los cines se habían cerrado y las películas de televisión estaban censuradas cuando se veía caminar juntos a hombres y mujeres, o se tocaban. Los anuncios con mujeres fueron prohibidos en televisión.

El burqa no era obligatorio, como lo fue después con los talibanes, pero todoas las mujeres tenían que vestir una bufanda por la cabeza, o un hijab, al contrario que en los años de la ocupación soviética o del régimen posterior de Najibullah. Los mujahidines rehsaron permitir a las mujeres asistir a la 4ª conferencia de la ONU sobre la mujer en Pekín en 1995. Los crímenes se castigaban con las penas más duras: un estrado de madera fue erigido en un parque cerca del bazar principal en Kabul, donde los convictos eran ejecutados en público. Además, a los afganos les gustaba la seguridad que había con los talibanes en contraste con el caos entre 1992 y 1996, cuando los grupos muhaidines luchaban en la capital lanzándose cohetes indiscriminadamente. Murieron unos 50.000 habitantes de Kabul.



9. Los talibanes solo eran opresores de las mujeres afganas

Afganistán tiene una larga historia de asesinatos de honor y de mutilaciones de honor, desde antes de los talibanes hasta hoy. Sucede por todo el país, y no solo en la cultura de los pashtunes, el grupo étnico del que proceden los talibanes.

Las mujeres son tratadas brutalmente por una costumbre tribal para arreglar las disputas conocida como baad, que trata a las niñas como artículos sin voz. Son ofrecidas en compensación a otra familia, a menudo a un hombre mayor, opr deudas impagadas o si una persona de esa familia ha sido asesinada por un pariente de la niña.

En los derechos de género, los talibanes son acusados, con razón, de relegar a las mujeres a una ciudadanía de segunda. Pero acusar a los talibanes como únicos opresores es inexacto. La violencia contra las mujeres está muy extendida entre todas las comunidades de Afganistán, entre los Shis Hazara y los tayikos del norte, tanto como entre los pashtún suníes.

El matrimonio de menores de edad es común en todo Afganistán, y entre todos los grupos étnicos. Según UNIFEM (la fundación de las naciones unidas para el desarrollo de las mujeres) y la cominión independiente afgana de derechos humanos, el 57% de los matrimonios afganos son de menores de edad, en que una de las partes tiene menos de 16 años. En un estudio sobre 200 esposas menores de edad, el 40% se habían casado entre los 10 y 13 años de edad, a los 14 el 13,32% , a los 15 el 27,5%. En muchas comunidades. En muchas familias las mujeres tienen prohibido abandonar la casa o formar una familia. Esto lleva a otros muchos problemas. Las mujeres no pueden obtener un trabajo. A las niñas no se les deja ir a la escuela. En las mentes de los políticos occidentales y los medios de comunicación, estas prohibiciones son asociadas exclusivamente con los talibanes. Todavía el aislamiento forzoso de las mujeres es una parte importante de la cultura rural afgana. También lo es en las partes pobres de las grandes ciudades.

10. Los talibanes tienen poco apoyo popular

En 2009, el Departamento británico para desarrollo internacional encargó a una ONG afgana realizar encuestas para saber cómo el pueblo comparaba a los talibanes con el gobierno afgano. Los resultados sugerían que la campaña de la NATO para demonizar a los talibanes no era mucho más efectiva que el esfuerzo soviético para demonizar a los mujahidines.

Una encuesta informaba sobre las actitudes hacia los sistemas de justicia. Mas de la mitad de los hombres respondieron que los talibanes eran “justos y fiables”. Los talibanes tomaban dinero a través de impuestos de las cosechas y peajes en carreteras, pero no tomaban sobornos. Según la encuesta, “la gente ordinaria asociaba al gobierno nacional con las prácticas y comportamientos que les desagradaban: la incapacidad de dar seguridad, dependencia de los ejércitos extranjeros, la erradicación de los cultivos fundamentales para la supervivencia (amapola) y tener una historia de parcialidad (se percibe un trato preferencial por la gente del norte)”.

¿Entienden los Estados Unidos por qué los afganos se unen a los talibanes? ¿Entienden los afganos qué hacen los Estados Unidos en su país? Sin unas respuestas claras, ninguna estrategia de contrainsurgencia puede tener éxito. En 2009 una encuesta encargda por el DFID en tres provincias clave preguntó qué llevaba a la gente a unirse a los talibán. De los 192 que respondieron, sólo 10 apoyaban al gobierno. El resto los veía como corruptos. La mayoría apoyaba a los talibán, al menos decían a “los buenos talibán” definidos como aquellos con religiosidad, que atacaban a las fuerzas extranjeras pero no a los afganos, y que daban justicia rápida y equitativamente. No les gustaban los talibán pakistaníes ni los relacionados con los narcóticos. A los afganos no les gusta Al Qaeda pero no identifican a los talibán con ese movimiento árabe.

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